Huellas, eso eres en todo mi ser.
No hay marcas de dolor, porque por alguna extraña razón, el
sentimiento es capaz de cubrirlo todo.
Desde niña he amado la belleza, pero no esa que todos ven,
es como si tuviese una especie de linterna que me permite alumbrar rincones,
donde abundan metales preciosos inexplorados.
Me encanta la gente que sabe tocarte sin usar las manos, esa
que te mira y te desnuda, que sonríe y parece que te hiciera cosquillas, la que
se entrega con unos besos que no alcanza a dar.
Me enseñaste tantas cosas sin proponértelo, sueño de día y
despierto de noche, en mis mañanas todo es movimiento, pero no del que danza
suavemente, es de ese que te pone a dar volteretas como cuando niños-y de
noche-todo es ligero, como si flotara, pero en una realidad que me hace sentir,
muy parecida a la persona que veo todos los días en el espejo.
Sí, siempre sacas a bailar a la niña ilusa de la escuela-y
eso tiene un gran mérito-nadie que logre eso, puede definirse como letal, al
menos no de entrada. ¿La adulta? Esa se queda siempre dormida, ella acompaña a
la luz del sol y no logra toparse con su suplencia.
Me gusta la ilusión, tal vez es una especie de opioide que
deberíamos patentar, tú serías el que lo diseñó y yo, tu conejillo de indias. Las
grandes duplas no son perfectas- simplemente son-y en eso tenemos un master. Ya
no pido eternidad, solo que permanezca lo necesario para agradecerle a la vida,
tantas sensaciones juntas.
No me sueltes la mano, estoy aprendiendo a pasar la calle.
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