Solo una pequeña esperanza de vida puede generar resultados,
todo lo que tiene posibilidad de respirar y bombear sangre es sin duda un ser
vivo, así la sangre no sea de color rojo.
Un día alguien cuenta un sueño -solo el título- porque los
detalles se fueron tejiendo en vigilia, muchos sueños quedan almacenados de tal
manera que para recordarlos se tienen que llevar a la realidad-como especie de
dejá vu- muchos se fueron identificando con ese sueño, le empezaron a encontrar
sentido armándolo como una especie de rompecabezas, tenía ingredientes que
generaban recetas para paladares finos, eran exquisiteces que generaban en las
papilas gustativas unas reacciones que desconocía y a otros, la sensación de
haberlo probado antes-en su niñez-en esa etapa de las mejores remembranzas;
todas las emociones mostraban júbilo, alegría, complicidad, simpatía, anhelo,
fuerza de la que empuja hacía algo más placentero.
En el recorrido de dicho sueño, ese alguien conversaba de
paisajes que aunque conocidos, los narraba como si estuvieran escondidos en el
alma de algún lugareño, habían especies que distinguir, pero él las nombraba
como si era la misma con distintas miradas, usó los símbolos pero de una manera
enaltecida, colocado en el lugar perfecto, el sitio de donde salen los
pensamientos ¿Nos estará invitando a reflexionar? ¿Nos estará invitando a
razonar? ¿Será la eterna lucha del hombre entre la razón y la emoción? Ese
símbolo era capaz de llevarse en la cumbre del cuerpo humano, en la azotea, en
su cabeza, la cual es la portadora de su cerebro-su máquina perfecta- la que
por tradición se conoce por pensadora, siendo también el centro emocional, ahí
está todo, lo del corazón es simbolismo de inocentes que no conocen que el
corazón no piensa, no siente; el corazón trabaja por si solo para generar vida
sin sentido si no se tiene un cerebro activo. Con la muerte cerebral se vive, pero
esa vida no es la deseada por alguien que quiere sentir, eso de estar sujeto a
aparatos que nada meritorio hacen por ese cuerpo deseoso de hallarse o de terminar
de morir.
¿De qué sirve tener un corazón sin un cerebro que funcione?
Eso lo podría responder Cerati desde su lejanía del mundo, desde su vida atada
a la tecnología y al egoísmo de algunos.
Nuestro país está atado a un corazón, pero las máquinas que
mantenían su vida están dejando de funcionar. El cerebro está dando señales de
vida porque le colocaron una esperanza tricolor encima de el. Existir con miedo
o atado a una máquina no es una forma digna de vivir.
Petry Rodríguez.
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